Carlos Alcaraz, el nuevo rey de Roland Garros tras sufrir y remontar en cinco sets ante Zverev
París tiene nuevo rey tras la larga tiranía del Big Three liderada por Rafa Nadal. Es su sucesor, el hasta ahora príncipe Carlos Alcaraz Garfia, campeón en Roland Garros tras una final para la historia en la que derrotó, con remontada incluida, a un gran Alexander Zverev por 6-3/2-6/5-7/6-1/6-2.
Cuatro horas y veinte minutos duró la épica batalla entre el joven de El Palmar, empujado por el aliento de los miles de vecinos reunidos en su pueblo ante una pantalla gigante y por toda España en sus casas, y el gigante alemán, que trataba de reconciliarse con la pista que más le hizo sufrir.
Los recuerdos de la lesión de tobillo en las semifinales de la edición de 2022 en un igualado partido ante Rafa Nadal pasaron a toda velocidad por su mente a la hora de salir a la pista. Imitó los saltitos de Rafa en el túnel de vestuarios, París le debía una, su primer ‘grande’ tras, además, haber batido al mismísimo campeón de 14 títulos en la primera ronda.
Pero enfrente tenía a Alcaraz, todavía un niño inmerso en los sueños de un niño: poner su nombre a la altura del de su ídolo, a ese que vio reinar con puño de hierro mientras imitaba sus golpes en su Murcia natal. Ese sueño que se tornó demasiado real muy pronto, cuando, tras un arranque extraño con break y contrabreak, Alcaraz se vio suelto y dominante con un 6-3 a favor en la primera manga.
Jugaba inteligente, con la aplicación de cada uno de sus múltiples registros de tenis en el momento de cada punto que así lo exigía. Alturas, buenos primeros saques, cambios de velocidad y, como no, sus mortales dejadas. Enfrente, Zverev no desesperaba, acostumbrado a los partidos largos y a crecer mucho con el paso de los puntos, solo necesitaba entrar en calor para luego apretar con todo y el partido, con cinco sets por delante, le iba a brindar esa oportunidad.
Completamente frío en su expresión —actitud enderezada con el trabajo psicológico y poso del tiempo— no permitía ver sus fisuras mentales, que las tenía, no como en un ritmo de juego solo atascado por esos nervios iniciales. Solo había estado en una final, la del US Open 2022, allí donde Dominic Thiem apagó su tenis en la final. Enfrente, el joven irreverente de El Palmar, con muchas menos temporadas en el circuito, se presentaba en la final con el bagaje de ganar las dos únicas disputadas, la última contra Djokovic, en el quinto set de Wimbledon 2023.
Pero Alexander se levantó espoleado por una grada temerosa de ver a Alcaraz barrer a su oponente. Querían tenis, mucho tenis, y los presentes en la Philippe Chatrier se dieron cuenta de que lo iban a tener cuando, en apenas un suspiro, tras un break fruto de una desconexión del español, Zverev le endosó un 6-2 a un Carlos contrariado por el rápido giro de guion.
Se abría entonces un tercer episodio de infarto, un acto con sensación de definitivo, el desenlace tras la presentación y el nudo, nada que ver con la larga historia que aún quedaba por contar. Comenzó con un Alcaraz herido, mas consciente de la necesidad de buscar disfrute en el sufrimiento. Aplicó calma, defendió, volvió a recordarse que las filigranas le salen solas y que, a veces, toca remangarse para defender como lo hizo antes de una rotura que llegó, casi por sorpresa hasta para el propio Carlos, en el sexto juego del set (4-2). Se le abría el cielo antes de caer a los infiernos.
El marcador engañaba a todos menos a Zverev, consciente de su gran estado y de las dudas de Alcaraz. Eso fue lo que hizo extraño para todos menos para él la remontada del 5-2 al 7-5 tras cinco juegos seguidos de demostración de fuerza mental. Doble golpe para Carlos, el segundo aún más doloroso, aunque no suficiente, por otro lado, para nublar su sueño.
Le tocaba remar dos sets para tocar la Copa de los Mosqueteros. Mirada a Ferrero en la grada y gesto de asentimiento. Misión aceptada.
Los dos primeros juegos del cuarto set entraron rápido a su bolsillo y, tras confirmar el break en el tercero con mucho sufrimiento, llegó a dibujar el 4-0 a su favor, de nuevo engañoso tras el contrabreak de Zverev para el 4-1. La ventaja estaba en su mano, también los nervios y el aprendizaje de lo ocurrido en el tercero, una remontada dolorosa que no podría volver a repetirse. Fue una terapia de choque, la misma situación, solventada con éxito clínico. Habría quinto set y Alcaraz llegaba a él con la mente limpia, no como un Zverev quizás molesto con la sensación de haber desaprovechado otra bala más para cerrar el partido.
En el decisivo el tenis pasó a un segundo plano, pues la ‘obra’ interpretada en la Chatrier pasó a ser un thriller psicológico. Carlitos, con la mirada fija en la Copa, Zverev, con la sonrisa nerviosa del que se sabe muy cerca de la derrota. Sensaciones, muchas; tenis, de supervivencia.
El 3-1 con break inicial se lo ponía en bandeja a Carlos. El español estaba mucho más fresco de ideas pues, ahora sí, empezaba a agrietarse el muro de Zverev y por él dejaba escapar cabreos a su padre y protestas poco sensatas al juez de silla. La fuga mental, eso sí, fue lenta hasta el desmoronamiento total en un 5-2 sellado por Alcaraz con un juego en blanco al resto. Se acabó, un turno de saque bastó para coronar al nuevo rey de París.
Suyo es el presente y el futuro. 23 trofeos de Roland Garros tiene España con el suyo y los 14 de Nadal, los dos de Manolo Santana, los dos de Sergi Bruguera y los conseguidos por Juan Carlos Ferrero, Carlos Moyá, Andrés Gimeno y Albert Costa. Como quería, ya tiene su nombre en la lista de ilustres en la que se encuentra su entrenador y algo que no tienen ninguno de los antes mencionados, el récord del hombre más joven de la historia en ganar tres Grand Slams en tres superficies diferentes.