Los deportistas que Hitler eliminó: grandes campeones asesinados en el Holocausto

El 27 de enero de 1945 el sol empezaba a volver a brillar en Europa después de seis años de oscura guerra con la liberación del campo de concentración de Auschwitz. Las fuerzas aliadas tumbaban uno de los símbolos del nazismo por antonomasia comenzando con el fin de una de las eras más tenebrosas de la historia moderna. 

Desde 2005, este día se estipuló para conmemorar a las víctimas de una masacre como el Holocausto, costándole la vida a 6 millones de judíos, 1,5 millones de gitanos, además de homosexuales, negros y cualquier otra minoría que Hitler y sus secuaces considerasen «inferior».

Los nazis no hacían diferencias entre las víctimas sin importar su dinero, procedencia o profesión. Así, además de artistas, políticos o escritores, el Holocausto también privó al mundo de varios exitosos deportistas a los que se recuerda este 27 de enero.

El odio contra los judíos estaba por encima incluso de la nacionalidad. Así, los nazis no tuvieron ningún reparo en terminar con la vida de varios de los mejores deportistas alemanes de principios de siglo. Es el caso de Lilli Henoch, plusmarquista mundial, o Alfred y Gustav Flatow, ambos campeones en los Juegos Olímpicos.

Lilli Henoch fue la atleta más importante de Alemania en aquellos años. Llegó a batir cuatro récords del mundo, en lanzamiento de peso, relevos 4×100 y dos en lanzamiento de disco. Las leyes discriminatorias le costaron su participación en los Juegos Olímpicos de 1936 y, del mismo modo, su prestigio al igual que le ocurrió a muchos otros judíos. En septiembre 1942 fue detenida y deportada al gueto de Riga, en Letonia, donde fue ejecutada unos días después.

La persecución de los Flatow

Los Flatow, primos, consiguieron los primeros oros olímpicos en la historia de Alemania, en Atenas 1896. Ambos compitieron juntos en barras paralelas y barra fija donde se proclamaron campeones. Alfred, además, logró ganar en categoría individual en barras paralelas y una plata en barra fija. Sin embargo, las Leyes de Nuremberg de 1933 les obligaron a dejar el deporte. 

Fue entonces cuando Gustav emigró a Holanda, donde también se refugió su primo en 1938, pero ambos terminaron siendo descubiertos por los nazis tras la invasión alemana. En octubre de 1942, Alfred fue deportado al campo de Theresienstadt donde murió de hambre a los 73 años. Por su parte, a Gustav fue detenido en 1943 y deportado al mismo campo de concentración en 1944, donde no aguantó ni un año, muriendo en enero de 1945.

Hungría y el éxito de la esgrima 

A Oszkár Gerde y Attila Petschauer tampoco les valieron sus medallas olímpicas para librarse del odio nazi. Ambos esgrimistas húngaros, se proclamaron campeones olímpicos en Juegos consecutivos.

Gerde ganó las medallas de oro en los Juegos de Londres 1908 y Estocolmo 1912 y fue uno de las víctimas de la operación exprés que se llevó a cabo en su país, y es que Alemania no invadió Hungría hasta 1944. Sin embargo, tuvieron tiempo para acabar con la vida de 500.000 judíos en ese corto tiempo, incluida la de Gerde, en el famoso campo de Mauthausen.

Por su parte, Petschauer firmó un pleno de victorias en Amsterdam 1928 para alzarse con el oro olímpico que revalidó en Los Ángeles 1932. Fue arrestado por los nazis en 1943 y murió congelado tras ser torturado y obligado a escalar un árbol desnudo mientras soldados le rociaban con agua. 

Odio a la resistencia

El deporte también perdió de manera prematura a Janusz Kusocinski, un atleta polaco que se proclamó campeón en los 10.000m de Los Ángeles 1932, poco después de batir el récord del mundo en los 3.000. Alemania tardó solo un mes en tomar su Polonia natal en 1939, donde Kusocinski luchó y quedó herido. Con la invasión trabajó como camarero y de manera secreta en la resistencia polaca. Sin embargo, en 1940, la Gestapo, la policía secreta de Hitler le descubrió y mandó a encarcelar, para ser asesinado solo tres meses después en Varsovia.  

Estos son solo algunos de los nombres a quienes el deporte no pudo salvar. Tampoco corrieron la misma suerte otros campeonas olímpicas como Estella Agsteribbe, Helena Nordheim o Ans Polak. De ahí la importancia de recordar sus nombres y sus relatos, para impedir que la historia no vuelva a repetirse.